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lunes, 4 de julio de 2011

Las celebraciones del 4 de Julio




El Congreso Continental de los Estados Unidos declaró la independencia del país en su Convención de Filadelfia, el 4 de Julio de 1776. Al principio, las celebraciones eran dispersadas y esporádicas, pero conforme los años pasaron, la tradición de los desfiles, las comidas campestres, y la pirotecnia fue creciendo y prosperando.Al contrario de lo que pudiera pensarse, la oficialidad del 4 de Julio no vino dada por una iniciativa del gobierno federal, que ni siquiera tenía esa prerrogativa en sus comienzos. En realidad, eran los estados los que podían declarar cuándo una fiesta era oficial y, por tanto, ese día se suspendían las actividades administrativas y laborales. Pero las celebraciones no fueron tampoco impulsadas por ninguno de los estados, sino que respondieron a iniciativas populares que, en cada una de las comunidades locales, fueron extendiéndose y convergiendo en una fiesta con un carácter cada vez más genuinamente nacional. Hubo que esperar a 1870 para que el Congreso declarase el 4 de Julio como fiesta nacional, aunque sin paga para los funcionarios –factor este que fue subsanado en 1938-.

Las comidas campestres o, por lo menos, las actividades al aire libre eran acontecimientos naturales, dado el tiempo veraniego de la celebración, aunque las exhibiciones magníficas del público con desfiles largos y celebraciones grandes tuvieron que esperar a la guerra con los Británicos convertirse en tradición nacional.

Algunas de las primeras celebraciones organizadas ocurrieron al albur de las lecturas públicas de la Declaración de Independencia. Las más tempranas, en Virginia, Nueva Jersey y Nueva York. Muchas veces, las celebraciones se acompañaban de trece cañonazos en honor de las trece colonias originales. En los primeros años, una multitud echó abajo una estatua del rey Jorge III de Inglaterra, y era bastante común quemar o pisotear banderas británicas. En cualquier caso, el elemento festivo, la celebración pública en parques y plazas, así como el importantísimo elemento alimenticio –se ofrecían comidas de todo tipo, se montaban tiendas y se hacían barbacoas- fueron configurando, junto con el apartado solemne de los discursos- un carácter más o menos unitario a la celebración de la independencia.

Con la ampliación de la nación hacia el oeste, la fiesta siguió su imparable popularización. La diversidad étnica que fue recibiendo el país amplió igualmente la fiesta, que en muchos lugares se convirtió en un valioso ritual de integración y de mezcla entre los grupos más variopintos. Para el bicentenario, en 1976, se alcanzaron las cotas de espectacularidad más elevadas de su historia, cuando casi todas las ciudades quisieron competir entre ellas y ofrecer la fiesta más fabulosa.

En cualquier caso, las celebraciones han seguido siendo la fiesta más importante del verano para todos los americanos, con comidas campestres, barbacoas, y fuegos artificiales como los ingredientes esenciales. Las reuniones en parques con desfiles, la hospitalidad, diversiones del parque de atracciones, y los paseos, junto a la tradicional selección de alimentos para elegir, siguen siendo parte integrante de la cultura de la mayoría de las ciudades de los Estados Unidos.
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