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miércoles, 27 de julio de 2011

Los niños también se deprimen


No olvidemos que crecer conlleva conquistas, pero también algunas pérdidas. El primer duelo que el niño atraviesa se produce cuando se discrimina de la madre, al reconocerla como diferente y reconocerse a sí mismo con un “yo” propio e independiente de ella.

Este proceso tiene lugar en el segundo año de vida del pequeño, cuando se reconoce en el espejo. El duelo que tiene que elaborar en ese momento es el de la separación de la madre, con la que antes se creía omnipotente. Ahora tiene límites y depende de los otros..


Momento decisivos

La educación y la maduración afectan al niño. De esta manera, el nacimiento de un hermano, la separación de los padres, el ingreso en el colegio u otras situaciones cotidianas le imponen un trabajo mental. Cuando algunas operaciones psíquicas no pueden elaborarse y el ambiente familiar no acoge al niño en momentos decisivos, el estado depresivo se convierte en algo patológico. Psicoanalistas como Spizt o Bolwby, verdaderos referentes en el estudio de los estados depresivos infantiles, señalan que el desvalimiento mayor y más patógeno que pueden sufrir los niños es aquél que se produce cuando se ven privados de una relación adecuada con la madre y no encuentran un sustituto capaz de “maternarlos” apropiadamente.

La depresión en el adulto se manifiesta con síntomas como tristeza, autorreproches, sentimiento de culpa y escasa autoestima. En el niño, en cambio, se advierte por un sentimiento de preocupación, por una ausencia de motivación o por los cambios de humor que experimenta. También pueden aparecer insatisfacción, angustia, inhibición, desamparo, hastío o pesimismo. En ocasiones, los pequeños esconden su pena y se decepcionan, padecen vergüenza, abandonan sus tareas y, a veces, se resignan.

Algunas de estas manifestaciones pueden ocultar un estado depresivo que no ha podido ser superado. Un niño no tiene a su disposición toda una serie de palabras que nombran el malestar que sufre y que le ayudarían a quitarse la presión que siente. Esta imposibilidad hace que, en muchos casos, los niños enmascaren su estado depresivo con otras actitudes o conductas.

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